lunes, 24 de agosto de 2009

Nada de nada


No me apetece lo más mínimo saber lo que pasa a mi alrededor, no quiero tener noticias de lo que ocurre fuera de este mundo interior, mío, en el que estoy acurrucada, escuchando a Annie Lennox cantar por el amor de un vampiro, y deseando que alguien, (él), me envuelva en su abrazo y me bese en los labios, o beba mi sangre. Tanto da. Tanto unos como la otra son suyos, y se los entrego sin reservas.
Mi ángel oscuro, ese que hace que mi corazón comience a latir tan deprisa como el de un pájaro al que se sostiene en la mano; el mismo que se esconde en mis sueños, que no muestra su rostro. El que me acompaña desde hace tanto... Aquel que me llevaba de la mano por un sendero entre los árboles, invisibles los dos para los que nos cruzaban, hasta el lugar que era su tumba y nuestro lecho... El amante de una amada que no sabía lo que era amar, pero que hubiera preferido sus dientes en la garganta a todos las caricias que no fueran suyas...
Mi Desconocido, sólo el recuerdo vago de unos ojos claros que se clavaban en los míos, una voz grave y dulce que decía mi nombre, un caminar en sueños, unas lágrimas derramadas que empapaban mi almohada y que, una vez despierta, me hacían llorar otra vez por su amor...
Qué deliciosa sensación, tener la certeza de que, cada noche, volvería a mis sueños, y ¿por qué no?, yo a los suyos, y encontrarnos en esa encrucijada entre lo real y lo onírico, en esa duermevela en la que siempre esperaba despertar en otro lugar, en otro tiempo, junto a él; y ni siquiera me importaba si en la vida o en la muerte...
¿Cuando vendrás, Viajero del alba, Lucero de mi cielo, dulce Guía, a recorrer despacio mis senderos? Sin tí mi noche está como dormida...


domingo, 23 de agosto de 2009

Salvación


En ti encuentro mi destino: estoy segura;
eres tú, tan sólo tú, lo que yo busco.
Contemplo el círculo que has trazado a oscuras,
ese círculo oscuro trazado con mi sangre,
que encierra mi pasado, mi temor y mis lágrimas.
Tú eres mi destino: ahora lo veo.
Ven y sálvame.
Ven, oh, sí, tú solo.
Sálvame.

jueves, 20 de agosto de 2009

Una de amores imposibles


Como lo prometido es deuda, dicen, y yo le prometí a mi querido Consultor Sentimental que en mi siguiente entrada hablaría de los amores imposibles y contaría un caso verídico que conozco de primera mano, paso a exponerlo, no sin antes advertir que los nombres han sido cambiados para proteger la identidad de las personas. xD

Bueno, antes de nada, tengo que dar a conocer la Primera Regla de Alawen en Cuestiones Amorosas: “Ni curas, ni casados, ni saxofonistas”. (Lo de los saxofonistas es negociable). Bastante complicado es el mundo de las relaciones amorosas per se para venir a liarla más con terceras personas o una divinidad. Va a ser que no. Así que ya os podéis imaginar que cuando hablo de un ‘amor imposible’, es porque hay implicado un individuo perteneciente a uno de esos grupos exclusivos, y añadiré que no, no era un saxofonista. (Sí, ya sé que también sería un amor imposible si me enamorase de Ramsés II, pero es que no soy partidaria de la necrofilia… ¿Nos entendemos o nos entendemos?)

El caballero en cuestión, llamémosle M, no tuvo la culpa de nada. Es más, para él yo soy una amiga o, mejor, la hermana que nunca ha tenido. Él ha sido siempre fiel a su compromiso, mientras mi corazón se desangraba por los rincones, porque por mucho que me gustara, por mucho que lo quisiera, por mucho que, cada vez que me lo encontraba, me pasase tres días sin poder pensar con claridad, ya os he dicho que no soy de esas que se interponen entre un hombre y su vocación, ni entre un hombre y su pareja. (Conste que estoy hablando de mí misma: en estas cosas, yo dejo a cada cual con su conciencia.) Así que, como ya he explicado en otro sitio, encerré mis sentimientos en un bote de cristal, cerré la tapa y lo puse en el más oscuro fondo del más alto estante en el desván de la memoria.

Durante algún tiempo, a pesar de evitar los encuentros, de la distancia que, por suerte, hubo de poner entre nosotros por motivos profesionales, su recuerdo me asaltaba en la vigilia; y en sueños era peor: una noche, como ya he dicho aquí, me soñé entre sus brazos, uno de esos sueños vívidos, en el que le tenía tan cerca, tan cerca, esos ojos verdes como agua marina en la que hundirse… Todavía recuerdo el dolor, al despertar… Un detalle curioso: me besaba, y sus labios estaban fríos. Seguramente era mi subconsciente, que me decía que yo no tenía derecho a ese beso.

Reconozco que, a día de hoy, y escribiendo esta entrada, no puedo pensar en M con indiferencia. Pero es que, si recapacito sobre ello, no puedo pensar en ninguno de los hombres a los que he querido con indiferencia. Subrayo lo de ‘a los que he querido’: los que, durante un tiempo limitado, han sido los afortunados poseedores de mi corazón. Y subrayo también lo de afortunados, que diablos, y, si no lo creéis, podéis preguntarles a ellos. Os dirán que ‘lo nuestro’ fue la mejor vuelta en montaña rusa que se pueda desear. Pero sin marearse, ¿eh?

Otro día os enseñaré otro tarro de mi colección.

domingo, 16 de agosto de 2009

Limpieza

Dios mío, cómo está esto de polvo... Parece mentira, como se acumula por todas partes, cubriendo hasta el suelo, flotando en un haz de luz, formando minúsculas motas de oro con el sol de la tarde. Hay un olor penetrante en el aire viciado, me temo que uno de los tarros en los que guardaba recuerdos del verano pasado se ha caído del estante y se ha roto, y el contenido está podrido, manchando el suelo... Por suerte, no es nada que quiera seguir conservando... Abro el ventanuco, procurando no golpearme en la cabeza con el pupo siciliano, (es Orlando, vestido de rojo, con su espada en la mano), que lleva tanto en ese lugar que el clavo del que cuelga está oxidado... Entra la pura luz del día, con un soplo de aire fresco, y me dispongo a limpiar este desorden, por lo menos que quede como estaba el día anterior, porque volver al desván me trae a la cabeza la celebérrima frase de Luis de León: "decíamos ayer..."
Han transcurrido los días del verano, luminosos y azules, (y calurosos, también), como soldaditos en perfecta formación: uno detrás de otro y casi indistinguibles; quizás con la excepción del tiempo pasado en compañía de los míos, que ha sido breve, pero intenso. Me he mantenido sumergida hasta la cintura en el río del tiempo, permitiendo que corriera mientras yo me quedaba inmóvil, otra vez viviendo de las rentas de años pasados, con mi hucha ya casi vacía, malgastando los caudales que no he empleado en 'cosas importantes'...
Demediado agosto, vuelvo la vista atrás, o mejor dicho, afuera. Tengo que abandonar este abatimiento, como se abandona el recuerdo de un amor imposible o un zapato roto. Tengo que despertarme y sacudirme la pereza. Tengo que volver a vivir...
Como Campanilla, tengo el don de encontrar cosas perdidas, perdidas pero no olvidadas... Desde mañana le prestaré más atención al viento, miraré a la cara a la gente con la que me cruzo por la calle, lanzaré mi corazón al mar de la existencia...
Bienvenida de nuevo, me digo a mí misma...


Actualización: Orlando quiere salir a saludar. Cosas de la gente del teatro, que siempre quieren estar en el candelabro: