martes, 17 de febrero de 2009

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Los días pasados en Ávila han transcurrido rápidos y escribo casi sin aliento, para no dejarme nada de unas jornadas frías, de 4º bajo cero y escarcha por las mañanas, pero llenas de sol que se reflejaba en la nieve helada en las montañas.
La primera etapa de mi periplo por tierras abulenses comenzó en San Esteban del Valle, y es de señalar que una casi no tenía verdadera impresión de lo que significa “valle” hasta llegar a este pueblecito por una carretera, perdón, pista forestal, de noche y con amplios neveros sin derretir en la calzada en aquellos tramos donde no había dado el sol. Visto desde arriba, desde el Puerto del Pico, el valle oscuro estaba salpicado de luces, cinco pueblecitos como cinco charcos de estrellas: el Barranco de las Cinco Villas.
Ya en San Esteban, en plenas fiestas del “Vítor”, los vecinos habían encendido pebeteros con tomillo, incienso, y todo el pueblo olía a leña quemada, a yerbas aromáticas. Era la segunda jornada de la fiesta en honor a San Pedro Bautista, mártir del Japón e hijo de este pueblo, celebración que viene llevándose a cabo desde 1601. (Como yo soy un desastre con la cosa de las cámaras y tal, os dejo un enlace a un vídeo sobre tan interesante fiesta)
Los demás días, pasados junto a mi familia, junto a mi hermano al que si no fuera por estas escapadas vería aún menos, pues lo normal: Ávila tiene su propio encanto, no necesita nada más que ser pisada y recorrida, cada tiempo tiene su aquél, y ahora, en Febrero, había cigüeñas en cada espadaña y en cada campanario. Nada de chuletón, porque soy incapaz de digerir semejante cantidad de carne, y además me gusta muy hecha... Sí, soy una hereje, lo confieso... Verduritas y patatas "revolconas," y gracias...
El regreso, en coche, por la sierra de Madrid, con pocas ganas de hablar y mucha de reflexionar... Nieve en el horizonte. Un recuerdo de D. Francisco, al mirar al campo: "los arroyos del yelo desatados..."

En Ávila, mis ojos...

Rosetón de la Catedral
Desde "El Grande": la muralla y la nieve
La Paramera




miércoles, 4 de febrero de 2009

Sentidos


Tu voz acaricia mis oídos,
y tus labios, encendidos, mis labios.
Oído, gusto, tacto… Te huelo,
(brezo, agua marina),
en mi cabello.
Mi corazón se eleva,
mientras me besas,
y el tiempo se detiene
formando una espiral de estrellas,
sobre mi cabeza, girando,
con los ojos cerrados.