viernes, 21 de marzo de 2008

Noche oscura del corazón

A veces, sobre todo en vacaciones, cuando me quedo sola en casa, me permito la única licencia que le concedo a mi parte más romántica y paso una noche viendo películas de esas que en otros momentos denomino "sentimentaloides", a saber: comedias románticas en las que chica encuentra chico y con final feliz...
Casi siempre son las mismas, porque no tengo demasiada paciencia para ir a buscar otras cuando éstas me dan todo lo que deseo: un rato de risas y una "jartá" de llorar, y varias toneladas de envidia cochina, porque, aunque no creo que la vida sea un telefilme, reconozco que me gustaría conseguir lo que la Steisand en "El amor tiene dos caras", o sea, un amor conquistado por lo que uno es, lo que tiene dentro, lo imperecedero, (la alegría de vivir, la inteligencia, el gusto por las cosas), no por la belleza, al fin y al cabo efímera, que nos venden cada día por televisión como una panacea para encontrar la felicidad...
Una amiga me dijo una vez que cuando iba por la calle y se fijaba en los hombres que se cruzaban en su camino sin reparar en ella, (algo que no entiendo, siendo como es una mujer muy bonita y con un rico mundo interior), se decía que ellos se estaban perdiendo conocer a una "diosa del amor". Lo decía burlándose de sí misma. Lo más triste es que es cierto, estoy segura que dentro de ella hay una auténtica diosa esperando ser descubierta... pero ella no considera que eso sea importante, o no le da su auténtica importancia...
Son las tres de la mañana, y es agotador pensar en estas cosas, sobre todo en estas fechas en las que la religiosidad lo invade todo a mi alrededor. Pero es quizás por eso que pienso más en ello, como si el alma se afinara y el corazón se contagiase de esa búsqueda mística, alejándose de lo material.
Y se busca, (yo busco), el amor como en la canción de Loreena McKennitt que se oye mientras lees estas líneas, y que es un poema de un gran místico, San Juan de la Cruz: "en la noche dichosa,/ en secreto, que nadie me veía, / ni yo miraba cosa, / sin otra luz ni guía, / sino la que en mi corazón ardía"... * (actualización: ya no se oye)
Y no me importa lo que encuentre, yo seguiré lo mismo: mirando no con los ojos, sino a la luz de lo que dicta mi oscuro corazón...

miércoles, 19 de marzo de 2008

Reflexión


Estos días de recogimiento, de oscura contemplación de lo Divino y lo humano, entre la tristeza y la esperanza, el alma parece encontrar un gusto agridulce en repasar cosas que la memoria, como si fuera un enemigo cruel, se empeña en recordar...
Mientras la parte más elevada de mí mira hacia lo alto, a la Cruz, y se detiene en el sacrificio de Uno que redime a todos, ese otro ser, oscuro pasajero, que me habita, se retuerce y pugna por salir. Porque conoce bien y en carne propia el precio del dolor... y lo aprovecha. Se alimenta del silencio, y se viste con jirones de sombra. Y crece, toma forma, se agiganta... para morir la mañana de Pascua, cuando la Luz ilumina sus ojos vacíos, y una voz grita: "¡Ha resucitado!", y se cubre de Amor y de Gloria la Tierra...

jueves, 6 de marzo de 2008

Ausencias (II)

La mención por parte del Cowboy en paro de las garrapatas, en el comentario de un post anterior, ha traído a mi memoria el recuerdo tan querido de la perra cuya foto ilustra esta entrada. Se llamaba Yansy, (creo que mi abuelo, fanático devorador de novelas del Oeste, encontró ese nombre en una de ellas), y murió muy viejecita, cuando ya las niñas que la acarician eran adolescentes: mi pequeña prima Lu y yo misma, la rubita del minipeto...
Mi abuelo, (mi yayo), el padre de mi madre, era ganadero y tenía muchos perros: pastores para el ganado, galgos y podencos para la caza, y a la Yansy, que era su ojito derecho. Cuando yo era muy niña, me contaban, (no recuerdo apenas nada de mi infancia, excepto quizá en los sueños), la perra se sentaba a mi lado y no me dejaba andorrear por mi cuenta... Debo tener otra foto, en algún sitio, en la que estoy sentada en el suelo con la perra al lado.
Hubo, luego, muchos más perros en mi vida, desde el pastor inglés del que apenas tengo memoria hasta Mirinda, una carea que, al retirarse mi abuelo, pasó de pastora a faldera...
¿Que me vas a contar a mí de garrapatas, querido Vaquero? Pues bien, algo nuevo he aprendido, eso de las heladas no lo sabía. Debe ser que en La Mancha ya están curadas de espanto y les dá lo mismo que hiele o que truene... El olor del Zotal en las cuadras me recuerda la lucha sin cuartel contra estos seres dañinos... Pero las muy malditas resistían... Y volvían, como las oscuras golondrinas, todas las primaveras...

domingo, 2 de marzo de 2008



Mi corazón, amado, aletea entre tus manos
como un pájaro oscuro caído de su nido,
un ave tan salvaje y tan libre que todo
lo que suena a prisión la hace volar más alto.
Mi corazón, amado, es un bosque en penumbra,
una arboleda umbría en la que ya no hay sol,
donde cada sendero te lleva hasta su centro,
hasta donde se esconde el animal que soy.
Mi corazón no siente más que en rigor extremo:
o es helado Norte o Sur abrasador;
mi corazón es llama de una hoguera de hielo,
mi corazón es brisa; mi corazón...